Abalorio del Homo sapiens actual
Exposición/ Ausstellung Willy Bristow. 15/10 – 10/12/2022
Abalorio del Homo sapiens actual
Exposición Willy Bristow. 15/10 – 10/12/2022
Si miramos, en este mismo instante, a nuestro alrededor, nos encontramos en una exposición llena de valores. ¿O acaso no habéis encontrado nada valioso?
La pregunta es: ¿Qué valor tienen las cosas cuando están sacadas de su contexto? Ese contexto puede ser: “Mi móvil y yo, mi tele y yo delante de ella, esa tela de un vestido que me sentó tan bien, esa sartén en la que hicieron los huevos fritos, esa cinta con la que un policía ató manos, aquel zapato que alguien llevó, uno de los 50 que había comprado, ese CD que se escuchó durante un tiempo …“ ¿Qué valor tienen todas esas millones de cosas cuando están sacadas del basurero del consumismo moderno?
En nuestra sociedad no solemos hacernos este tipo de preguntas – por falta de tiempo, falta de interés, por indiferencia, o porque la respuesta puede incomodar.
Willy Bristow. Todo empezó una vez en Argentina, su país natal, con tres pinzas. De niño las pinzas con las que su madre tendía la ropa, broches como se llaman en su país, le sirvieron de juguete. En su imaginación las convertía en soldados, caballos o vehículos. El cuadro “Tres pinzas“ es un homenaje a la época de infancia, también marca el comienzo del recorrido que emprenderá Bristow como ya mayor y haberse convertido en artista. Más allá de eso vemos aquí la transformación de un objeto.
Al joven Willy Bristow le gustaba dibujar, sobre todo dibujar mapas y perderse en los bucles, formas y huecos de las superficies de la tierra que le impresionaron. Pero la actividad artística no empezará antes de los años 90 ya en España. Primero venían los estudios de psicología en la facultad, el contacto con círculos intelectuales y artísticos en Buenos Aires. “Allí“, donde se discutía sobre Freud y la política, “allí“, dice, “era la realidad.“ Huyendo de la dictadura, llegó en 1978 a Madrid.
Bristow siempre escribía, pero en 1989 empezó a dibujar y pintar, luego a introducir telas en sus cuadros. Y de allí vestir objetos, botellas por ejemplo, que normalmente tiramos después del uso y que se convertían en una superficie para expresar formas y colores. La conexión con obras surrealistas es obvio, pero sobre todo con los Readymades o objets trouvés de Marcel Duchamp que Bristow admira, y el Arte povera.
Desde los finales de los años 80, Bristow no dejó el arte de crear. Importante fueron los años en Piedralaves (Ávila) donde compartió una nave industrial con otros artistas y artesanos, y donde Bristow comenzó una serie de cuadros y se organizó una feria de artesanía que conectaba con artesanos de otros pueblos.
Volvamos a su abalorio del Homo sapiens actual, esa colección que tenemos aquí delante de nosotros, y no solo por delante sino estamos en medio de ella, estamos rodeados de objetos que conocemos, que utilizamos, coleccionamos, tiramos. Y podríamos decir sin exagerar: nos encontramos – vivimos – en el basurero del consumismo. Esta exposición muestra el dilema del homo sapiens moderno.
Se comunica al observador/ a la observadora lo que estamos haciendo con nuestro consumismo que es equivalente al problema climatológico. Cuanto más consumimos, más producimos, cuanto más producimos, más consumimos, y la economía tiene que crecer y crecer y todo a costa de nuestra salud (nos abrasamos o nos ahogamos o morimos envenenados, todos conocemos el panorama). Estamos en un círculo de demanda y de producción de objetos. Esos objetos representan además una absurdidad como ese círculo mismo: nos dan una satisfacción (inmediata) que no dura, o dura muy poco, por lo cual crea insatisfacción.
El artista ha hecho algo con esos objetos que para nosotros, los consumidores y consumistas, ya no tienen valor. No tienen valor porque ya no los usamos o no los podemos utilizar por varios motivos – porque ya no funcionan, ya no nos gustan, ya no sirven y por eso los tiramos o los dejamos a un lado donde se cubren con el polvo del olvido, con la mugre del desdén.
Pero el artista ha hecho más que sacarlos de su contexto. El ha convertido un objeto generalizado en un objeto individual, un objeto producido en masa en uno de valor artístico. Y aquí viene la pregunta: ¿Qué valor tiene el arte?
Las obras aquí expuestas tienen una superficie que parece casi orgánica. Muchas veces el artista junta varios elementos, los coloca y los une, fundiéndolos y luego da brillo y color al conjunto. Las piezas parecen vivas y muertas a la vez, sorprenden, divierten, pero también inquietan. Inquietan tal vez, porque tienen una sensualidad que viene del pasado, del objeto que nos atraía y por el que nos dejamos seducir, objeto que nos produjo placer, satisfacción, y ahora convertido en objeto artístico nos permite ver una contradicción, una belleza dudosa, también la finitud, la muerte.
Y existe una contradicción en la propia exposición. De una parte implica nuestra dependencia a los objetos, por otra parte representa algo que no se ve a primera vista pero lo que es inherente a ella: la independencia, la libertad. Es la libertad del artista. Bristow entiende lo creativo siempre como una aventura, igual que Picasso que dijo, que el no buscaba, sino encontraba. Aquí hay libertad mientras el objeto nos ata. El objeto, como el dice, como sustituto de amor, amor-dependencia. Pero amor es estar en la diferencia.
La transformación de los objetos es también una de “nada singular“ a “algo singular“. Aprendamos de esta exposición. El humano, cada uno, cada una es singular y gracias a este hecho y gracias a nuestra capacidad de desarrollar la creatividad, podemos convertir algo generalizado en algo singular.
Para mi el artista y la persona Willy Bristow representa la libertad en muchos sentidos. Buscar sin motivo, un espíritu aventurero y juguetón, y sobre todo la capacidad de reírse de todo y de si mismo. Sin desprecio hacia el otro, ni si quiera desprecio hacia el objeto del consumo.
Cuando él se deja llevar, la pregunta ¿para qué? no surge. Sería reproductivo, no creativo.
No podemos hablar de Willy sin un guiño hacía lo Freudiano. El dice: La creatividad es como la sexualidad, pero en total libertad. ¿No es lo que deseamos en realidad?
La libertad de la que hablamos, incluye naturalmente ser libre de la necesidad de comercializar, libre de querer satisfacer expectativas.
Así que ha acertado Willy Bristow en esta exposición con su critica al consumismo favorecido por la producción capitalista – cuanto más gano, más tengo, más quiero. Dejando la comercialización a un lado, en el momento de valorar puedo vender o aceptar lo que el otro ha producido o ha hecho. De esa manera no solo intercambiamos dos valores, sino equilibramos de la forma más natural, ética y sana.
Ese objeto tiene un valor. ¿Cual? Solo tu puedes decirlo. ¿Qué valor le das? Por qué lo quieres? Y cómo pagas? Con dinero solamente, en forma de trueque (si tienes algo para dar a cambio) o no quieres dar nada?
Y de allí la pregunta no solamente qué valor tiene el objeto, sino qué valor tiene el arte, el trabajo creativo, el pensamiento y la imaginación – qué valor tiene la persona detrás del objeto.
(Daniela Gerlach, Octubre 2022)
Abalorio del Homo sapiens actual
Ausstellung Willy Bristow. 15/10 – 10/12 2022
Schauen wir uns einmal um, in diesem Moment. Wir befinden uns an einem Ort voller Werte. Ober haben Sie nichts Wertvolles entdeckt?
Die Frage ist: Welchen Wert haben die Dinge, wenn sie aus ihrem Kontext gerissen werden? Der Kontext könnte sein: „Mein Handy und ich; mein Fernseher und ich davor; der Stoff eines Kleides, das mir gut stand; die Bratpfanne, in der Spiegeleier zubereitet wurden; das Plastikband, mit dem die Polizei Hände fesselte; der Schuh, den jemand trug; die CD, die während eines bestimmten Zeitraums abgespielt wurde …“. Welchen Wert haben all die Millionen Dinge, wenn man sie vom Müllberg des modernen Konsums nimmt, auf dem sie bereits gelegen haben?
In unserer Gesellschaft stellen wir uns solche Fragen meistens nicht – aus Zeitmangel, aus mangelndem Interesse, Gleichgültigkeit, oder weil die Antwort beunruhigend sein könnte.
Willy Bristow. Alles begann in seinem Geburtsland Argentinien mit „drei Wäscheklammern“. Als Kind dienten ihm diese Wäscheklammern als Spielzeug. In seiner Vorstellung verwandelten sie sich in Soldaten, Pferde oder Autos. Das Bild Tres pinzas (Drei Klammern) ist eine Hommage an diese Zeit, aber auch der Beginn einer Reise, die er später antreten wird, als er bereits erwachsen und ein Künstler ist. Darüber hinaus sehen wir hier die Transformierung eines Objektes.
Als Junge zeichnete Bristow gern. Mit Vorliebe skizzierte er Landkarten, denn ihn faszinierten die Linien, Formen und Vertiefungen der Erdoberfläche. Die echte künstlerische Tätigkeit beginnt allerdings erst in den 90er Jahren in Spanien. Zunächst kam das Psychologie-Studium an der Universität und der Kontakt zu intellektuellen und künstlerischen Zirkeln in Buenos Aires. Dort, wo rege über Freud und über Politik diskutiert wurde, „dort“, so Bristow, „war die Realität.“ Auf der Flucht vor der Diktatur kam er 1978 nach Madrid.
Geschrieben hat Willy Bristow schon immer, aber 1989 beginnt er zu zeichnen und zu malen und schließlich Stoffe in seine Bilder einzubringen. Er kleidet Gegenstände ein, z.B. Flaschen, die man normalerweise nach dem Gebrauch wegwirft, und die bei ihm zu einer Fläche werden, um Formen und Farben zum Ausdruck zu bringen. Die Verbindung zu einigen surrealistischen Werken ist offensichtlich, vor allem aber zu den Readymades oder Objets trouvés von Marcel Duchamp, den Bristow bewundert, und zur Arte povera.
Seit den späten 80er Jahren ist das künstlerische Schaffen Bristows kontinuierlich. Wichtig für ihn ist die Zeit in Piedralaves (Ávila), wo er sich mit anderen Künstlern und Handwerkern eine riesige Industriehalle teilt und wo eine Reihe von Gemälden entstehen. Man organisiert Märkte für Kunsthandwerk und kommt so in Kontakt mit Künstlern aus den umliegenden Orten.
Zurück zu den „Perlen“ des modernen Homo sapiens, zu dieser Sammlung, die wir nicht nur vor unseren Augen haben, sondern wir befinden uns mittendrin; wir sind umgeben von Gegenständen, die wir kennen, benutzen, die wir sammeln und wegwerfen. Ohne Übertreibung kann man sagen: Wir befinden uns – wir leben – auf der Müllkippe des Konsums. Diese Ausstellung zeigt das Dilemma des modernen Homo sapiens. Sie vermittelt dem Betrachter, was wir mit unserem Konsumverhalten anrichten, das äquivalent zum Klimaproblem ist. Je mehr wir konsumieren, desto mehr produzieren wir, je mehr wir produzieren, desto mehr konsumieren wir, und das alles auf Kosten unserer Gesundheit, unseres Lebens (wir verbrennen oder ertrinken, wir verhungern oder vergiften uns). Wir befinden uns in einem Kreislauf von Nachfrage und Produktion.
Auch diese Objekte stehen für eine Absurdität, der wie dieser Kreislauf selbst ist: Sie verschaffen uns eine (unmittelbare) Befriedigung, die nicht oder nur kurz anhält und daher wiederum Unzufriedenheit erzeugt.
Der Künstler hat mit und aus diesen Dingen, die für uns, Konsumenten und Konsumismusfreudige, keinen Wert mehr haben, etwas gemacht. Weil wir sie nicht mehr benutzen oder aus verschiedenen Gründen nicht mehr benutzen können – weil sie nicht mehr funktionieren, uns nicht mehr gefallen, sie nicht mehr nützlich sind –, werfen wir sie weg oder legen sie beiseite, wo sich der Staub des Vergessens oder der Schmutz der Verachtung über sie legt.
Der Künstler hat mehr getan, als die Dinge nur aus ihrem Kontext herauszunehmen. Er hat einen allgemeinen Gegenstand in einen individuellen verwandelt, einen Massenartikel in einen Artikel mit künstlerischem Wert. Und dabei stellt sich die Frage: Was ist der Wert von Kunst?
Die hier ausgestellten Werke haben eine fast organisch wirkende Oberfläche. Der Künstler bringt oft mehrere Elemente zusammen, platziert sie und fügt sie zusammen, lässt sie verschmelzen und gibt dem Ganzen Farbe und Glanz. Die Stücke wirken lebendig und tot zugleich, sie überraschen, amüsieren, verstören aber auch. Sie verstören vielleicht, weil sie eine Sinnlichkeit ausstrahlen, die aus der Vergangenheit kommt, aus dem Objekt, das uns einst angezogen hat und von dem wir uns verführen ließen, ein Objekt, das uns Vergnügen und Befriedigung verschafft hat, und nun, in ein künstlerisches Objekt verwandelt, uns einen Widerspruch sehen lässt, eine zweifelhafte Schönheit, auch die Endlichkeit, den Tod.
Ein Widerspruch existiert auch in der Ausstellung als Ganzes. Einerseits impliziert sie unsere Abhängigkeit von den Objekten, andererseits repräsentiert sie etwas, das auf den ersten Blick nicht sichtbar ist, aber doch in ihr enthalten ist: Unabhängigkeit, Freiheit. Es ist die Freiheit des Künstlers. Willy Bristow versteht das kreative Schaffen immer als ein Abenteuer, genau wie Picasso, der sagte, er habe nie gesucht, sondern gefunden. Hier gibt es Freiheit, während das Objekt uns bindet. Das Objekt, so Bristow, als Ersatz für Liebe, Liebe in Abhängigkeit. Liebe bedeutet aber, in der Unabhängigkeit zu sein, sprich im Unterschied. Die Umwandlung der Objekte ist auch eine des „Nicht-Singulären“ in „etwas Singuläres“.
Lernen wir von dieser Ausstellung! Der Mensch, jeder/jede einzelne/r von uns, ist einzigartig (singulär), und dank dieser Tatsache und der Fähigkeit, Kreativität zu entwickeln, können wir etwas Allgemeines in etwas Einzigartiges verwandeln.
Für mich verkörpert Willy Bristow als Künstler und als Mensch Freiheit in vieler Hinsicht. Er sucht ohne Grund, ist abenteuerfreudig und verspielt. Er hat die Fähigkeit, über alles und über sich selbst zu lachen, dabei ohne Verachtung gegen den anderen, nicht einmal Verachtung gegen das Objekt des Konsums. Während des kreativen Prozesses stellt sich die Frage „wozu“ nicht. Das wäre reproduktiv, nicht kreativ.
Wir können nicht über Willy Bristow sprechen, ohne den Freudianer zu erwähnen. Er sagt: „Kreativität ist wie Sexualität, aber in völliger Freiheit.“ Ist es nicht das, was wir eigentlich wollen?
Zu der Freiheit, von der wir hier sprechen, gehört auch die Freiheit vom Zwang der Kommerzialisierung, von dem Wunsch und Zwang, Erwartungen zu erfüllen.
Willy Bristow hat also in dieser Ausstellung mit seiner Kritik am Konsumismus der kapitalistischen Produktion – je mehr ich verdiene, desto mehr habe ich, desto mehr will ich – ins Schwarze getroffen. Sehe ich von der Kommerzialisierung einmal ab, kann ich im Moment der Wertschätzung eines Objektes dieses kaufen oder verkaufen. Oder ich akzeptiere, was ein anderer produziert hat, wobei wir hier nicht nur zwei Werte austauschen, sondern wir schaffen ein Gleichgewicht auf eine natürliche, ethische und gesunde Weise.
Welchen Wert dieses oder jenes Objekt hat, können nur Sie sagen. Welchen Wert messen Sie ihm bei? Warum wollen Sie es? Wie bezahlen Sie es? Nur mit Geld, in Form eines Tauschgeschäftes (wenn Sie etwas zu geben haben), oder wollen Sie gar nichts geben?
Und damit stellt sich eben nicht nur die Frage nach dem Wert eines Gegenstandes, sondern, um auf die Anfangsfrage zurückzukommen: nach dem Wert der Kunst. Welchen Wert hat das schöpferische Werk, der Gedanke und die Phantasie – welchen Wert hat der Mensch hinter dem Gegenstand?
(Daniela Gerlach, Oktober 2022)