La despedida de los cuadros

La despedida de los cuadros
Una performance

Náufrago, La torre, En la mesa, Azul-Rojo, Violencia en Valencia, Costa Rica, Arlequín, El cadáver de un barco, Fantásticos rostros, Ensimismo adornaban las paredes del salón desde su apertura en octubre 2017. Los cuadros del artista José M. Peña (fallecido en 2015) son de un expresionismo oscuro e impactante. La importancia que esos cuadros tienen para mí personalmente y para el Salón la ñ, requerían una celebración especial para el cierre de la exposición. Conté con la colaboración de la bailarina Angélica Fossemo y juntas desarrollamos una performance.
Así que no iba a ser una “Finissage“ sino una Anti-Vernissage. No fue el final de la exposición sino una transformación de ella misma. Los cuadros expuestos se transformaban en objetos que ocupaban otros sitios, salían de su destino, ganaban vida y animaban al público a verlos e interpretarlos de manera diferente.
Aquella noche celebramos la despedida de los cuadros. Un acto de amor.

Angélica Fossemo y yo nos reunimos durante varias semanas. Entrábamos en interacción con los cuadros: hablábamos, jugábamos con ellos, los tocábamos infinitas veces, descolgándolos y volviendo a colgarlos. Angélica entraba en diálogo con su contenido, respondía con sus movimientos y gestos a lo que ellos le mostraban. También entraba en diálogo con el artista. Su danza no es una danza con una estética artificial cuyo fin es una belleza construida y normalizada, sino que nace de movimientos conscientes. Es la consciencia en movimiento. Y el significado de los cuadros estaba dentro de esa consciencia.

23 de febrero 2018: 
A partir de las 19.30 horas entran los invitados. Tienen la posibilidad de contemplar los cuadros por última vez. A algunos les extraña. Aparentemente no ha cambiado nada en el salón pero el concepto conocido de “cuadro-pared-sala-espectador“ ya no funciona. ¿Mirar los cuadros por segunda vez? ¿Por qué volver a mirar lo conocido? 
A las 20 horas Patrizia Murari lleva el público a una parte del salón de dónde no podrán moverse durante los próximos 40 minutos. El salón se queda casi a oscuras, solo se iluminan escenas y cuadros con focos que maneja Juan Fleche.



I. Se apaga la luz. Suena un latido de corazón que va aumentando de volumen hasta que llena el espacio. El latido crea inquietud, al mismo tiempo que une al público que está a la expectativa con las dos mujeres en acción. El latido también refleja la vida propia de los cuadros. 
Angélica descuelga el pequeño cuadro del Arlequín y lo apoya en la pared. Yo salgo a buscar una escalera y una caja de herramientas, y las coloco junto a la ventana. 
Marcamos un rectángulo grande en el suelo con una cinta y conectamos las esquinas por dentro formando una X. Es una especie de sub-espacio de acción dónde se concentra todo; conecta todas las zonas del salón y las paredes con sus cuadros, además marca el tamaño del cuadro más grande Violencia en Valencia.
II. Descolgamos Ensimismo. Apoyamos el cuadro en una segunda escalera donde se queda inclinado, de cara al público. Voy al otro lado del rectángulo mientras Angélica empieza su interpretación del cuadro en movimiento. La figura del pintor en medio de su estudio – con gesto del “Pensador“ de Rodin – está como congelado en su ensimismamiento. Es un hombre desesperado por una búsqueda sin fin y con una energía encerrada o contenida en un cuerpo demasiado fuerte y grande. Angélica imita e interpreta el gesto del pintor-pensador con movimientos que parecen limitados, abruptos. Empieza a mover brazos y piernas con mucha energía, pero se detiene antes de que el movimiento llegue a tener sentido. La performance refleja la lucha interna y la desesperación de la figura.

III. Se detiene el latido. Silencio. Cogemos el segundo cuadro Violencia en Valencia que por su tamaño (2,40m x 2,80m) solo estaba apoyado, y formamos una especie de pared diagonal junto con Ensimismo. El espacio del salón cambia su aspecto por completo. Los dos cuadros que tienen tonos rojos y azules, muchas zonas oscuras y negras y pinceladas bastas, pintadas con aparente rapidez, lo llenan. Se muestran ante el público, se desnudan y hasta amenazan. La figura del pintor en Ensimismo, congelada en un profundo silencio, en la no-acción, junto a la enorme figura en acción de Violencia en Valencia, que puede ser el mismo pintor que al estallar su creatividad, desata una fuerza que arrasa y rompe todo a su alrededor, como en una guerra. 
Iluminamos los cuadros desde atrás con focos. Ahora el público ve partes de los cuadros iluminados. En esos momentos la obra no se ve en su totalidad como “cuadro“, sino como algo vivo, orgánico, detalles, estructura. 
Angélica “cierra“ Ensimismo apoyándolo de cara a la pared. Como final de esta acción tumbamos Violencia en Valencia en el suelo encima de la zona marcada. La parte de atrás queda hacia arriba, con el bastidor a la vista.

IV. Suena “honj“ del álbum “async“ de Ryuichi Sakamoto. Angélica, con una linterna en la frente, sube por la escalera colocada junto a la ventana y se acerca al tercer cuadro: Costa Rica, que desde el principio ella ha llamado “La cueva“. La figura con una camiseta blanca, de medio perfil, está en la sombra, rodeada de una abundancia de plantas verdes, como a escondidas y mirando hacia el centro del cuadro, a un lugar donde se imagina el sol, la playa y el mar. Angélica se acerca y se aleja con la cabeza, iluminando partes del cuadro. Junto con la música se crea una atmósfera de intimidad, secreto y armonía – cueva. Baja el cuadro y lo “cierra“, se sienta en el suelo y apaga la linterna. Oscuridad.
V. Un foco de luz fría ilumina la siguiente acción. Suena la canción “Hal“ de Yasmine Hamdan. Comienzo a quitar las grapas de Violencia en Valencia demostrando al público la otra cara de un cuadro, literalmente, cuántas grapas están metidas en la madera del bastidor fijando y estirando la tela. Es un trabajo duro y ruidoso, y al mismo tiempo quitar el lienzo pintado del marco es un acto doloroso, como una destrucción, una muerte.
VI. Patrizia y Julia, nuestras asistentas, levantan el bastidor del suelo y lo giran 45°. Angélica y yo nos metemos por debajo, cogemos las puntas de la tela de cada lado y la llevamos hacia la ventana. Subimos cada una por una escalera y colgamos la tela, sujetándola con pinzas. El cuadro se ha convertido en cortina, cubriendo toda la ventana alta.
VII. Angélica se sienta en una silla cerca del público. Esta silla empaquetada y con escritos encima del papel ha acompañado la exposición bajo el nombre “Angry young man“. Mientras quito a martillazos los palos interiores del bastidor, Angélica arranca el papel de la silla. Deja los trozos de papel en el suelo delante del público y se lleva la silla junto a la ventana. Coge el Arlequín y lo coloca encima de ella.
VIII. Yo llevo una escalera al lado izquierdo del salón, subo y descuelgo Cadáver de un barco. El cuadro ahora está iluminado por un solo foco. Cruzo el espacio por la cinta diagonal con la escalera a cuestas y la coloco en el lado derecho dónde están Náufrago y La Torre. Salgo del rectángulo.
 Empieza la performance de Angélica delante de Cadáver de un barco.

Se acerca por el suelo desde el lado opuesto y por el interior del bastidor que se ha convertido en “barco“. Con la pieza “ubi“ de Sakamoto se crea una atmósfera melancólica y casi marinera en la que se mece el cuerpo de ella con movimientos armónicos como olas suaves del mar que se alternan con movimientos duros y penosos como tal vez era la vida de la tripulación o del barco mismo. El cuerpo de la bailarina en el suelo y el cuerpo/ esqueleto del barco llegan a ser uno.
Refleja una gran tristeza por lo que se ha perdido, al mismo tiempo una gran belleza de lo que queda: el cadáver de un barco en una playa, una escultura en una noche iluminada por la luna que tiene mucho que contar.
La performance es un homenaje a lo que queda después de una lucha perdida.

IX. Cierro Cadáver de un barco y me siento en la silla con el Arlequín. Angélica se mueve hacia el cuadro de al lado, Fantásticos rostros. Lo baja y lo ilumina con un foco de luz roja que intensifica sus colores. El cuadro que encierra cierto misterio, gana vida con esta iluminación que no lo hace menos misterioso. Angélica se mete en la escena del cuadro, observa a la figura que mira hacia fuera. Es como si ella estuviera en el balcón del cuadro, junto a la figura de la que se ve el perfil derecho.

Cierra el cuadro y se tumba, acurrucándose fuera de la esquina del bastidor. Momento de silencio, no acción. A continuación cojo una tela de terciopelo violeta que está en la caja de herramientas, tapo su cuerpo con suavidad y apago la luz. Ella duerme, se sumerge en un sueño y baja a las profundidades de un mar oscuro y movido. Cruzo el salón lentamente por la diagonal, cojo la escalera del suelo, la abro delante de Náufrago y me quedo esperando.

X. Suena “Life, Life“ de Sakamoto. El bulto al otro lado del salón se mueve, aumenta su tamaño, gana cuerpo y vida.

Angélica sale a la “superficie“, se mueve lentamente por la parte central del interior del rectángulo, dando protagonismo a la tela que tiene el mismo color que la capa que lleva el protagonista del Náufrago.

El cuadro hace referencia a la saga del santo Christophorus que cruzaba un río llevando al niño Jesús encima de sus hombros. En este cuadro el cuerpo de la figura del niño (o niña) parece demasiado grande, pesado e incómodo encima de la espalda de un hombre viril y musculoso que lucha contra los elementos. La capa violeta que lleva le tapa los ojos, lo ciega. El que iba a ser rescatado, estorba al rescatador y posiblemente impide el rescate. Las dos personas están condenadas a muerte, es una acción inútil – o malévola por parte del personaje que está encima del hombre. Angélica juega con esta contradicción, se tapa y destapa con la tela, imita los movimientos lentos y pesados en el agua, baja y levanta su cuerpo, hasta acercarse al cuadro. Deja caer la tela y sube por la escalera. Descuelga Náufrago, lo bajamos, y después hacemos lo mismo con el cuadro de al lado, La torre. Cierro La torre.

XI. Subimos el bastidor grande y lo apoyamos en la pared, enmarcando así los cuadros Azul-Rojo y En la mesa que quedan colgados, y La torre y Náufrago que están en el suelo. Tapamos Náufrago con la tela de terciopelo (parece como si hubiera salido del cuadro). Por último cojo el Arlequín y lo meto debajo de la tela. Todo el conjunto parece el “cuadro final enmarcado“, una obra de poca duración que se destruye en el momento de su construcción – una despedida.
– Fin –

Y el pintor pintaba su propio destino: la búsqueda que acaba en perdida.

Doy las gracias a Angélica Fossemo, Juan Fleche, Julia Fernández-Treviño, Patrizia Murari y Daniela Butsch.


Der Abschied von den Bildern

Eine Performance

Náufrago (Schiffbrüchiger), La torre (Der Turm), En la mesa (Am Tisch), Azul-Rojo (Blau-Rot), Violencia en Valencia (Gewalt in Valencia), Costa Rica, Arlequín (Harlekin), El cadáver de un barco (Schiffskadaver), Fantásticos rostros (Fantastische Gesichter), Ensimismo (In Gedanken) schmückten die Wände des Salons seit seiner Eröffnung im Oktober 2017. Die Bilder des Künstlers José M. Peña (gestorben 2015) sind von einem einnehmenden, fast düsteren Expressionismus. Wegen der Bedeutung, die sie für mich persönlich und für den Salon la ñ haben, sollte die Ausstellung mit einer besonderen Aktion enden.
Dass sich die italienische Tänzerin Angélica Fossemo bereit erklärte, bei diesem Projekt mitzumachen, war ein großes Glück. Gemeinsam entwickelten wir eine Performance. Es würde also keine „Finissage“ werden, sondern eine Anti-Vernissage. Es handelte sich nicht um das Ende einer Ausstellung, sondern um deren Transformation. Die ausgestellten Bilder verwandelten sich in Objekte, die sich von der Starrheit der Wand lösten, lebendig wurden und das Publikum aufforderten, sie anders zu sehen. An jenem Abend zelebrierten wir den Abschied von den Bildern. Ein Akt der Liebe.

Über Wochen hinweg trafen Angélica Fossemo und ich uns regelmäßig im Salon, es wurde eine Zeit der Interaktion mit den Bildern. Wir sprachen mit ihnen, spielten mit ihnen, berührten sie unzählige Male, hängten sie ab, tauschten ihre Plätze, hängten sie wieder auf. Angélica trat in einen Dialog mit den Inhalten der Bilder, antwortete mit ihrem Körper auf das, was sie ihr zeigten. Sie trat auch in einen Dialog mit dem Künstler selber. Ihr Tanz ist kein Tanz der künstlichen Ästhetik, der einer konstruierten oder genormten Schönheit folgt, sondern entsteht aus dem was sie „bewusste Bewegung“ nennt. Es ist Bewusstsein in Bewegung. Und die Bedeutung der Bilder war Teil dieses Bewusstseins.

23. Februar 2018:
Ab 19.30 Uhr ist Einlass. Die Gäste haben zum letzten Mal die Möglichkeit, sich die Ausstellung anzusehen. Etwas, was einige von ihnen befremdet, denn scheinbar hat sich im Salon ja nichts verändert. Doch das Konzept „Bild-Wand-Salon-Betrachter“ funktioniert nicht mehr. Die Bilder noch mal ansehen? Man hat sie doch schon „gesehen“. Warum soll man jetzt das, was man schon kennt, erneut betrachten?
Um 20 Uhr leitet Patrizia Murari das Publikum an eine bestimmte Stelle im Salon, von der es sich die nächsten 40 Minuten nicht mehr bewegen soll. Der Raum bleibt fast dunkel, nur einige Bilder und Szenen werden nach und nach von Juan Fleche beleuchtet.

I. Das Licht geht aus. Man hört das Geräusch eines Herzschlags, erst leise, dann lauter, bis es an Volumen gewinnt und schließlich so laut wird, dass es den Raum ausfüllt. Der Herzschlag kreiert eine gewisse Spannung, gleichzeitig verbindet er das Publikum „in Erwartung“ mit den beiden Frauen in Aktion. Der Herzschlag reflektiert auch das Leben, das den Bildern innewohnt.
Angélica hängt das kleine Bild Arlequín ab und lehnt es an die Wand links. Ich verlasse den Raum, um eine Leiter und eine Werkzeugkiste zu holen, und lasse beides neben dem Fenster. Mit Klebeband markieren wir ein riesiges Rechteck auf dem Boden und verbinden die Ecken, sodass innen ein X entsteht. Es ist eine Art Sub-Zentrum der Aktion, in dem sich alles konzentriert; es verbindet die Ecken des Raumes und die Ausstellungswände, außerdem markiert es bereits die Größe des Bildes Violencia en Valencia.
II. Wir hängen Ensimismo ab. Es wird an eine zweite Leiter gelehnt, sodass es leicht schräg gegen das Publikum steht. Ich gehe zum anderen Ende des Rechtecks, während Angélica beginnt, das Bild tänzerisch zu interpretieren. Die Figur des Malers – in der Pose des „Denkers“ von Rodin – ist wie eingefroren in seiner Versunkenheit. Er ist ein Mensch, der an der Suche verzweifelt, weil sie kein Ende nimmt; seine Energie bleibt eingeschlossen in einem viel zu starken und großen Körper. Angélica imitiert und interpretiert den Gestus des Maler-Denkers. Ihre Bewegungen erscheinen abrupt und wie eingeschränkt. Die Bewegungen ihrer Arme und Beine beginnen kraftvoll und energetisch, halten aber inne, bevor sie einen Zweck erfüllen oder zu einem sinnvollen Abschluss kommen. Die Performance reflektiert den inneren Kampf und die Verzweiflung der Figur.
III. Der Herzschlag stoppt. Ruhe. Wir holen das 2. Bild Violencia en Valencia, das wegen seiner Größe (2,40m x 2,80m) nur an die Wand gelehnt ist, und formen eine Diagonale mit Ensimismo. Der Raum verändert sich komplett, schrumpft. Er wird ausgefüllt von den beiden Bildern, die mit breitem, scheinbar eiligem Pinselstrich gemalt sind, in denen sich Rot- und Blautöne mit größeren dunklen Flächen abwechseln. Sie „zeigen“ sich dem Publikum, entblößen sich, blockieren, bedrohen sogar. Die Figur des Malers in Ensimismo, eingefroren in einer tiefen Stille, in der Nicht-Aktion, neben der riesigen Figur in Aktion in Violencia en Valencia, die eben jener Maler sein könnte, der, wenn seine Kreativität ausbricht, eine Kraft entwickelt, die seine Umgebung mitreißt und zerstört, wie in einem Krieg. 
Wir beleuchten die Bilder von der Rückseite mit Spots. Das Publikum auf der anderen Seite sieht nun, wie Lichter über die Bilder wandern, mal kleiner und gebündelt, mal größer und diffuser. In diesem Moment sieht man das Werk nicht als „Bild“, als Gemälde, sondern als lebendigen Organismus, Details, Struktur.
Angélica „schließt“ Ensimismo, indem sie es umgedreht an die Wand lehnt. (Jedes Bild wird so „geschlossen“, was bedeutet, dass dieses Werk nicht mehr an der Ausstellung teilnimmt.) Am Ende dieser Aktion legen wir Violencia en Valencia auf den Boden über das markierte Rechteck. Die Rückseite mit dem Holzrahmen zeigt nach oben.
IV. Man hört nun “honj“ aus dem Album “async“ von Ryuichi Sakamoto. Angélica steigt mit einer Stirnlampe auf die Leiter neben dem Fenster und nähert sich dem Bild Costa Rica. Sie hat es immer „Die Höhle“ genannt. Die Figur im Halbprofil, umgeben von grünem, schattigem Dickicht, trägt ein weißes, ärmelloses T-Shirt oder Unterhemd, das mit der braunen Haut kontrastiert, und blickt ins Zentrum des Bildes, auf eine helle Fläche, die den Strand und das Meer suggeriert. Angélica geht mit ihrem Licht und ihrem Gesicht nah an das Bild heran, berührt es, scheint in es hineinzukriechen. Zusammen mit der Musik wird eine Atmosphäre von Intimität, Geheimnis und Harmonie kreiert – Höhle. Sie hängt das Bild ab, schließt es, setzt sich auf den Boden und schaltet die Stirnlampe aus. Moment totaler Dunkelheit.
V. Ein kaltes Licht von oben beleuchtet plötzlich die nächste Szene. Man hört das Lied “Hal“ von Yasmine Hamdan. Ich beginne, die Klammern in der Leinwand von Violencia en Valencia zu lösen und zeige dem Publikum damit – buchstäblich – die „andere Seite eines Bildes“: wie viele Klammern in einem Holzrahmen stecken, die den Stoff befestigen und glatt ziehen. Eine harte und laute Arbeit; zugleich ist das Lösen der Leinwand von seinem Rahmen ein schmerzlicher Akt, eine Art Zerstörung, ein Tod.
VI. Patrizia und Julia, unsere Assistentinnen, heben den Rahmen vom Boden auf und drehen ihn 45° nach links. Angélica und ich laufen darunter her, fassen den Stoff an den oberen Kanten und ziehen ihn langsam Richtung Fenster. An jeder Fensterseite steht eine Leiter, die wir nun – ich auf der rechten, Angélica auf der linken Seite – hochsteigen, um die Leinwand oben an einer Metallstange zu befestigen. Das Bild hat sich in eine Gardine/ einen Vorhang verwandelt, der das gesamte große Fenster ausfüllt.
VII. Angélica setzt sich auf einen Stuhl mit Blick zum Publikum. Dieser mit Packpapier umwickelte, mit Seil festgezurrte und beschriebene Stuhl hat die Ausstellung unter dem Namen “Angry young man“ begleitet. Während ich mit Hilfe eines Hammers die inneren Streben des Holzrahmens löse, reißt Angélica das Papier ab, lässt Schnipsel und Seil zu Füßen der Zuschauer und nimmt ihn mit zum Fenster. Sie „setzt“ den Arlequín auf den Stuhl.
VIII. Das Licht geht aus. Ich hole eine der Leitern und öffne sie vor Cadáver de un barco auf der linken Seite. Nur ein Spot mit warmem Licht fällt von oben auf das große dunkle Bild. Ich hänge es ab, steige hinunter und positioniere es etwa an der Wandmitte. Mit der zusammengeklappten Leiter gehe ich über den diagonalen Streifen am Boden bis zur rechten Wandseite und lege sie unter den Bildern Náufrago und La Torre ab. Anschließend verlasse ich das Rechteck und stelle mich zum Publikum.
Angélica beginnt mit der „Performance Cadáver de un barco“. Sie bewegt sich von der gegenüberliegenden Seite über den Boden innerhalb des Rahmens, der jetzt ein „Schiff“ darstellt. Das Stück “ubi“ von Sakamoto evoziert eine melancholische und fast marine Stimmung. Die Tänzerin wiegt sich, sanften Wellen ähnlich, dann werden ihre Bewegungen härter, erinnern an das schwere und leidvolle Leben, vielleicht der Schiffsmannschaft oder des Schiffes selbst. Ihr Körper und der Körper/ das Skelett des Schiffes werden zu einer Einheit.
Die Szene reflektiert eine große Traurigkeit über das, was verloren ist, zugleich eine große Schönheit. Die Schönheit dessen, was geblieben ist: der Leichnam eines Schiffes an einem Strand, eine Skulptur in der Nacht, die viel zu erzählen hat, beleuchtet vom Mondlicht. Die Performance preist das was bleibt nach einem verlorenen Kampf.
IX. Ich schließe Cadáver de un barco und setzte mich auf den Stuhl zum Arlequín. Angélica nähert sich dem Bild Fantásticos rostros. Sie hängt es ab und beleuchtet es mit einem roten Spot, der die Farben im Bild intensiver und tiefer erscheinen lässt. Dieses Bild birgt ein Mysterium, u.a. durch den schwer zu deutenden Blick, den die Zentralfigur dem Betrachter zuwirft. Durch die Beleuchtung scheint die Szene lebendig zu werden, was dieses Mysterium verstärkt. Angélica wird Teil dieser Szene, tritt in Blickkontakt mit der Zentralfigur, als stünde sie auf jenem Balkon zusammen mit der Figur im Profil unten rechts.
Sie schließt das Bild und legt sich auf den Boden, rollt sich an der Ecke des Rahmens außerhalb des Rechtecks zusammen. Moment der Stille, Nicht-Aktion. Im Anschluss nehme ich ein Stück weinroten Samtstoff aus der Werkzeugkiste und decke sie damit vorsichtig zu. Ich schalte das Licht aus. Sie schläft, sinkt in einen Traum, bis auf den Grund eines dunklen bewegten Meeres. Ich kreuze das Rechteck über den diagonalen Streifen, klappe auf der anderen Seite die Leiter unter dem Bild Náufrago auf und warte.
X. Es beginnt das Stück „Life, Life“ von Sakamoto. Das „Bündel“ auf der anderen Seite des Raumes bewegt sich, vergrößert sich, wird zu einem lebendigen Körper. Angélica kommt an die „Oberfläche“, tastet sich langsam innerhalb des Rechtecks vor, wobei sie das weinrote Stoffstück in den Mittelpunkt rückt. Es hat die gleiche Farbe wie der Umhang der Zentralfigur in Náufrago. Das Bild zitiert die Sage vom Heiligen Christophorus, der mit dem Jesus-Kind auf den Schultern einen Fluss durchquert. Hier allerdings scheint die Figur (Junge oder Mädchen), die der muskulöse Mann auf dem Rücken trägt eine unbequeme Last zu sein, während er gegen die Elemente kämpft. Der violette Umhang ist durch eine Handbewegung des Kindes bis über seine Augen gezogen, macht ihn blind. Die Person, die gerettet werden soll, behindert den Retter und macht die Rettung an sich wahrscheinlich unmöglich. Beide Personen scheinen zum Tode verurteilt zu sein, eine sinnlose Aktion – oder eine böswillige?
Angélica spielt mit diesem Widerspruch, hüllt sich in den Stoff, zieht ihn über den Kopf, vor die Brust, ahmt das nur mühsame Fortkommen im Wasser nach, geht auf den Boden, bewegt sich auf Knien, bis sie vor dem Bild ankommt. Sie lässt den Stoff fallen und besteigt die Leiter. Sie löst Náufrago von der Wand, ich nehme das Bild an und stelle es auf den Boden. Das Gleiche geschieht mit dem Bild daneben, La torre. Ich schließe La torre.
XI. Wir heben den großen Holzrahmen vom Boden auf und lehnen ihn gegen die Wand, sodass er die noch hängenden Bilder Azul-Rojo und En la mesa zusammen mit La torre und Náufrago auf dem Boden einrahmt. Wir bedecken den oberen Teil von Náufrago mit dem Samtstoff (es sieht jetzt aus, als würde er aus dem Bild heraushängen). Als Letztes hole ich Arlequín und lasse ihn unter dem Stoffstück verschwinden. Das Ganze ist eine Art “gerahmtes Endbild“, ein Werk von kurzer Dauer, denn es wird im Moment seiner Konstruktion zerstört – ein Abschied.

– Ende der Performance –

Und der Künstler malte sein eigenes Schicksal: die Suche, die im Verlust endet.

Ich bedanke mich bei Angélica Fossemo, Juan Fleche, Julia Fernández-Treviño, Patrizia Murari und Daniela Butsch.