Alain Barbero

Exposición/ Ausstellung Alain Barbero
23/10 – 18/12/2021, la ñ Dénia

Alain Barbero

Exposición fotográfica Alain Barbero 

¿Existe ese momento crucial en el que un artista llega a su arte? ¿Cómo es, en qué consiste lo decisivo, el disparador? En el caso de Alain Barbero fue un temporal de mar que le condujo al arte fotográfico. En 1987, en Biarritz, vivió un escenario dramático, hecho por la misma naturaleza, que evocó el “fin de siècle“, el caos, una fuerza tremenda, y también fue como un eco de su estado interior. Barbero tomó una foto. La foto.   

Un componente importante en la vida de este artista es viajar, mejor dicho – estar en camino. Viena, Berlin, París, Amsterdam, Roma, San Petersburgo, Split, Riga …, Nueva York – estancias, a menudo cortas, aunque suficientemente largas para poner a una persona en escena, interpretar un motivo o transformar un instante en una escena. Y siempre resuena en la foto recién hecha algo del dramatismo de aquella tempestad.   

Alain Barbero nació en Annecy en los Alpes franceses y creció en varias ciudades de provincia, hasta que la familia llegó a París. Debido a la profesión de su padre que trabajaba para ferrocarriles de Francia, la familia tuvo que mudarse muchas veces y el hijo cambiar de escuelas. En esas condiciones era imposible hacer amistades. Quizás era el deseo del joven Barbero trabajar de manera creativa la soledad de su niñez y adolescencia lo que le llevó a participar en un curso fotográfico en 1986. Él mismo dice: “La cámara es como un biombo, una protección que me permite esconderme para descubrir. También es una especie de diario.“ 

Con el tiempo los involuntarios cambios de residencia de su juventud han podido convertirse en un viaje artístico que dura hasta hoy en día. No hay calma en la vida del artista, no obstante la hay en su arte fotográfico. No hay soledad en la vida del artista, pero sus fotos sí la emanan.


“En Paris todo empezó analógico,  en Viena volvió a florecer de forma digital.“


Mirando las fotos de Barbero, llama la atención el toque nostálgico. Sobre todo en las fotos de los cafés. Parecen tomadas en otro tiempo, sin embargo es el hoy que se ha deslizado al pasado para instalarse allí. Las fotos desprenden un aire melancólico y tocan, conmueven al/ a la observador/a. Al mismo tiempo su obra es encanto, estética, orden, que procede de la geometría de los juegos de luz y sombra y que invita a alargar la contemplación, sumergirse en la escena, entender ello. Es como si una escena en la actualidad fuera catapultada a un pasado con su propio canon artístico.

Algo particular de las fotos de Barbero es el atractivo del analógico (a aparte de que algunas que se expone aquí son realmente analógicas). Era un proceso largo hasta que él logró traer la atmósfera del analógico al digital. 15 años tardó en alcanzar la misma cualidad en la fotografía digital que con su carrete favorito, el Tri-X 400. En su primera exposición de fotografía digital en el Café Schopenhauer en Viena, un fotógrafo le preguntó qué tipo de carrete había utilizado. Un momento feliz para Barbero, no podía haber mejor alabanza. 

Sus fotos no describen nada. Lo que domina es lo que evocó el artista. “No tomo una foto, la hago“, dice Barbero, citando al famoso fotógrafo Ansel Adams (“You don´t take a foto, you make it.“)

El proceso de hacer la foto consiste en construir un Set para la preparación de atmósfera en la que situar el/ la modelo y luego captar la mirada esperada. La foto se hace en el momento en que el decorado, la modelo y el fotógrafo funcionan como conjunto. No obstante, con toda esa preparación la incertidumbre siempre flota en el aire. “No sé qué saldrá al final, adónde me lleva el camino. Me gustan las sorpresas“, dice el fotógrafo. Existe el momento en que la obra eclosiona del proceso y se convierte en la foto definitiva. Para Alain Barbero esto supone una victoria, un alivio y una liberación después de la búsqueda que emprendió junto al modelo.

Cada foto conlleva mucho trabajo, algo que no ha cambiado con la fotografía digital. Muchas horas de preparación, muchas horas de sesión, muchas horas de repaso.

De la fotografía analógica a Barbero le entusiasmó todo el proceso. En primer lugar el hecho de tomar la foto requería mucha concentración, porque un carrete no permitía más de 36 disparos. Después la “aventura“ del revelado, de revelar la copia, el graneado. Era pura artesanía. “Había noches enteras en las que mis manos bailaban debajo de la ampliadora y se quedaban impregnadas del olor de los productos químicos“, cuenta el artista. Había tiempo para experimentos. Yo diría, tiempo también para lo sensual, para observar el parar y pasar del tiempo.
Lo que antes fue el graneado, hoy son los pixeles. “Pero el encanto sigue allí“, dice Barbero, “en la mirada, en las líneas y los arabescos, en el brillo, en las sombras que dejan salir algo a la luz o lo esconden.“ Lo vemos en las fotos que provienen de su estancia en Viena y en las posteriores. 

Motivos y carrera

Por los contactos de su padre, Alain Barbero empieza en los años 80 a retratar personajes políticos (entre ellos un primer ministro). A continuación hace reportajes y en los años 90 crea una serie de retratos de mujeres, modelos y artistas jóvenes. Femmes se expone en varias ciudades de Francia.
Pero fue durante un año sabático en Viena, no antes de 2013, cuando la fotografía llega a su vida 100%. Junto a su profesora de alemán, la autora Barbara Rieger, inicia el proyecto Café Entropy, un exitoso blog literario-fotográfico que comenzó en los cafés vieneses y que se extiende ahora por todo Europa.  

Lo que a Barbero le ha fascinado e influido es la fotografía de moda y publicitaria de los años 30, además el arte del Surrealismo. Y, naturalmente, hay fotógrafos y directores de cine que le servían de ejemplo: Irving Penn, Jeanloup Sieff, Richard Avedon, George Hoyningen-Huene, Horst P. Horst, Dominique Issermann.
Muy importante fueron también las películas Blow up de Michelangelo Antonioni, El séptimo sello de Ingmar Bergmann, Manhattan de Woody Allen y los directores Orson Wells, Otto Preminger, Max Ophüls.
Se puede ver quiénes eran los buenos ejemplos en el arte fotográfico de Alain Barbero. El artista se dejó inspirar, cita sin copiar, crea algo propio, encuentra su estilo. Logra introducir una fuerza evocativa en sus fotos. Su dramatismo tiene un motivo estético, es un elemento de estilo  pero al mismo tiempo descarna el momento en toda su envergadura. ¿No es el dramatismo del momento también el dramatismo de la vida?

Con la fotografía en blanco y negro ha encontrado su lenguaje. “El blanco y negro remarca el efecto dramático“, dice Barbero, “ese es mi mundo.“ Un mundo que no solo deja espacio para soñar, sino que además abre nuevos espacios. Para el artista y para el observador/ la observadora.

Europa

“Soy francés, vivo en Alemania y he publicado mis libros en Austria.“

Sin la idea de una Europa unida y pacífica no existiría un proyecto como Café Entropy o Café Europa. Hoy por hoy, Europa ha llegado a ser como maculatura por muchos aspectos. No obstante hay personas a las que les importa más lo que tenemos en común que lo que nos separa. Existe un espíritu creativo y unificador. Este hecho también da al fotógrafo Alain Barbero la posibilidad de desplazarse en tren de una ciudad a otra, de un país a otro para retratar artistas, juntarlos y acercarlos/as a nosotros/as.

“Mis raíces son mis alas, Europa es mi parque y mi espacio vital. Para mí Europa también es un espacio que se libra de fronteras por el movimiento libre de ciudadanos e ideas, para el encuentro e intercambio de culturas, para la emancipación de los pueblos. Frente a futuros retos como el clima y la migración necesitaremos una Europa más solidaria, más político-social que la que defiende la UE, que es básicamente comercial y monetaria. En este sentido el proyecto Café Europa forma parte del deseo de dar una visión de Europa y mostrar cómo se puede renovar la confianza.“

Su ciudad favorita es París. Desde 2017 vive en Alemania, sin haber dejado París, como dice Barbero. Pero en el fondo es Viena su segundo hogar (artístico). “Viena me ha allanado el camino, me ha dado la llave.“ Su primer contacto con la lengua alemana no fue lo que se podría llamar un flechazo. Llegó por un coloquio sobre Europa y gracias a un amigo y una amiga por correspondencia (en primer lugar la amiga). En 2001 conoce a su futura mujer, la germano-francesa y traductora Sylvie Vibet. “No puede ser casualidad“, dice Barbero, y: “No hay nada mejor que el amor para aprender idiomas.“ 

(Daniela Gerlach, Octubre 2021)

Fotoausstellung Alain Barbero 

Gibt es ihn, den, das Moment, in dem ein Künstler zu seiner Kunst kommt? Wie ist es beschaffen, dieses Entscheidende, Auslösende? Im Falle von Alain Barbero war es ein Sturm, der ihn zur Kunst der Fotografie oder zur Fotografie als Kunst brachte. 1987 in Biarritz, erlebte er ein dramatisches Szenario, aus Natur gemacht, das fin de siècle heraufbeschwörend, Chaos, eine ungeheure Kraft, und auch wie ein Echo seines inneren Zustandes. Barbero machte ein Foto davon. Das Foto. 

Eine wichtige Komponente im Leben des Künstlers ist das Reisen, besser: das Unterwegssein. Wien, Berlin, Paris, Amsterdam, Rom, St. Petersburg, Split, Riga …, New York – Stationen, meistens kurz, lang genug, um einen Menschen in Szene zu setzen, um ein Motiv zu interpretieren oder einen Augenblick in eine Szenerie zu verwandeln. Und immer schwingt im neu gemachten Foto etwas von der Dramatik jenes Sturms mit.  

Alain Barbero wurde in Annecy in den französischen Alpen geboren und wuchs in verschiedenen Provinzstädten Frankreichs auf, bis er nach Paris kam. Durch den Beruf des Vaters bei der französischen Eisenbahn musste die Familie oft umziehen, der Sohn immer wieder neue Schulen besuchen. Freunde konnte er nicht finden. Vielleicht war es der Wunsch des jungen Barbero, die Einsamkeit seiner Kindheit kreativ aufzuarbeiten, der ihn 1986 dazu brachte, einen Fotokurs zu besuchen. Er selbst sagt: „Die Kamera ist wie ein Paravent, ein Schutz, hinter dem ich mich verstecken kann, um zu entdecken. Sie ist auch eine Art Tagebuch.“

Im Laufe der Zeit konnten sich die unfreiwilligen Ortswechsel seiner Kindheit und Jugend in eine künstlerische Reise verwandeln, die bis heute andauert. Es ist keine Ruhe im Leben des Künstlers, wohl aber in seiner Fotokunst. Es gibt keine Einsamkeit im Leben des Künstlers, doch viele seiner Fotos strahlen sie aus. 


„In Paris begann alles analog,  in Wien blühte es digital wieder auf.“


Betrachtet man Barberos Fotos, fällt der nostalgische Anstrich auf, besonders gut zu sehen bei den Kaffeehaus-Bildern. Sie scheinen in einer anderen Zeit aufgenommen zu sein, dabei ist es das Heute, das in die Vergangenheit gerutscht ist und sich dort neu einrichtet. Eine gewisse Melancholie ruht auf den Bildern und berührt den betrachtenden Menschen. Zugleich ist es aber auch Charme, Ästhetik, eine Aufgeräumtheit, hervorgerufen durch die Geometrie der Licht- und Schattenspiele, die dazu einladen, das Foto länger zu betrachten, in die Szene einzutauchen, „es“ zu verstehen. Es ist, als würde eine Szene, die sich jetzt/ heute abspielt, mittels seiner Kunst in eine Vergangenheit mit dem ihr eigenen künstlerischen Kanon katapultiert. 

Eine Besonderheit von Alain Barberos Fotos ist, dass ihnen der Reiz des Analogen anhaftet. Es war ein längerer Prozess bis es ihm gelang, die Atmosphäre des Analogen in das Digitale zu holen. 15 Jahre hat er gebraucht, um die Qualität seines bevorzugten Films, den Tri-X 400, auch digital zu erreichen. 

Auf seiner ersten Ausstellung mit digitalen Fotos im Café Schopenhauer in Wien wurde er von einem Fotografen gefragt, welchen Film er benutzt hätte. Ein schöneres Kompliment konnte man ihm gar nicht machen.

Seine Fotos beschreiben nichts. Was dominiert, ist das, was der Künstler heraufbeschworen hat. „Ich schieße kein Foto, ich mache es“, sagt Barbero, den berühmten Fotografen Ansel Adams zitierend: „You don’t take a photo, you make it.“
Für das Foto wird ein Set konstruiert, um das Modell atmosphärisch vorzubereiten und schließlich den erwarteten Blick einzufangen. Das Foto wird erst gemacht, wenn das Zusammenspiel von Dekor, Modell und Fotograf funktioniert. Bei aller Vorbereitung schwebt jedoch immer der Reiz des Ungewissen über allem. „Ich weiß nicht, was am Ende herauskommt, wohin mich der Weg führt. Ich mag Überraschungen“, so der Fotograf. Es gibt den entscheidenden Moment, in dem das Werk aus seinem Prozess „herausschlüpft“, zum definitiven Foto wird. Alain Barbero empfindet es wie einen Sieg, Erleichterung und Befreiung nach einer Suche, auf die er sich zusammen mit dem Modell begeben hat.

Jedes Foto ist mit einem großen Aufwand verbunden, daran hat auch die Digitalfotografie nichts geändert. Viele Stunden Vorbereitung, viele Stunden Session, viele Stunden Nachbearbeitung.

An der Analog-Fotografie begeisterte Barbero der gesamte Prozess. Zunächst war der Akt des Fotografierens mit großer Konzentration verbunden, schließlich hatte ein Film nur 36 Schuss. Dann begann das „Abenteuer“ des Entwickelns, des „Sich-Entwickelns“ des Abzugs, die Körnung. Es war reines Handwerk. „Es gab ganze Nächte, in denen meine Hände unter dem Vergrößerungsapparat tanzten und der Geruch chemischer Produkte auf ihnen zurückblieb“, erzählt der Künstler.

Es gab Zeit für Experimente. Ich würde sagen, Zeit auch für das Sinnliche, für das Beobachten des Anhaltens und Vergehens von Zeit. 

Was früher die Körnung war, sind heute die Pixel. „Der Charme ist aber immer noch da“, sagt Barbero, „im Blick, in Linien und Arabesken, im Glanz, in den Schatten, die etwas ans Licht bringen oder es verstecken.“ Wir sehen es bei den Fotos, die in seiner Zeit in Wien und danach entstanden sind.


Motive und Werden

Durch die Kontakte seines Vaters beginnt Alain Barbero Ende der 80er Jahre politische Persönlichkeiten zu porträtieren (sogar ein Premierminister ist dabei). Dann kommen Reportagen, und in den 90er Jahren entsteht eine Porträt-Serie von Frauen, Modellen und jungen Künstlerinnen. Femmes wird in verschiedenen Städten Frankreichs ausgestellt.
Aber erst 2013, während eines einjährigen Sabbatical in Wien, kommt die Fotografie zu hundert Prozent in sein Leben. Gemeinsam mit der Sprachtrainerin und Schriftstellerin Barbara Rieger startet er das Projekt Café Entropy, ein erfolgreicher Literatur-Foto-Blog, der in Wiener Kaffeehäusern beginnt und sich mittlerweile europaweit ausweitet. 

Fasziniert und beeinflusst hat Barbero die Werbe- und Modefotografie der 30er Jahre, sowie die surrealistische Kunst. Und natürlich gibt es Vorbilder in der Fotografie: Irving Penn, Jeanloup Sieff, Richard Avedon, George Hoyningen-Huene, Horst P. Horst, Dominique Issermann.

Auch Regisseure und Filme waren wichtig, besonders Blow Up von Michelangelo Antonioni, Das siebte Siegel von Ingmar Bergmann, Orson Wells, Otto Preminger, Max Ophüls, Manhattan von Woody Allen.

Man sieht Barberos Fotokunst an, wer ihre Vorbilder sind. Der Künstler hat sich inspirieren lassen, er zitiert, ohne zu kopieren, er kreiert etwas Eigenes, findet seinen Stil. Was ihm gelingt, ist, evokative Kraft in seine Bilder zu bringen. Ihre Dramatik hat einen ästhetischen Grund, ist ein Stilmittel, legt aber zugleich den Augenblick in seiner ganzen Tragweite bloß. Ist die Dramatik des Augenblicks nicht die Dramatik des Lebens?
Mit der Schwarz-Weiß—Fotografie hat er dafür die ideale Sprache gefunden. „Schwarz-Weiß betont den dramatischen Effekt“, sagt Barbero, „das ist meine Welt.“ Eine Welt, die nicht nur Raum zum Träumen lässt, sondern auch neue Räume öffnet. Für den Künstler und für die Betrachtenden. 


Europa

„Ich bin Franzose, ich lebe in Deutschland, ich habe meine Bücher in Österreich veröffentlicht.“

Ohne die Idee eines geeinigten, friedlichen Europas könnte es Projekte wie Café Entropy oder Café Europa nicht geben. Heute scheint an Europa vieles nur noch Makulatur, und doch gibt es Menschen, denen das Gemeinsame wichtiger ist als das, was uns trennt, gibt es einen kreativen, vereinenden Geist. Auch deshalb ist es dem Fotografen Alain Barbero möglich, mit Zügen von Stadt zu Stadt, von Land zu Land zu fahren, um Künstler und Künstlerinnen zu porträtieren, um sie zusammenzubringen, sie uns nahezubringen. 

„Meine Wurzeln sind meine Flügel, Europa ist mein Spielplatz und mein Lebensraum. Für mich ist Europa auch ein Raum, der sich von Grenzen befreit, für den freien Verkehr von Bürgern und Ideen, für die Begegnung und den Austausch von Kulturen, für die Emanzipation der Völker. Angesichts der vor uns liegenden Herausforderungen wie Klima und Migration brauchen wir ein Europa der Solidarität, das politischer und sozialer ist als das von der EU verteidigte kommerzielle und monetäre.“

In diesem Sinn ist Café Europa Teil des Anliegens, eine Vision von einem Europa zu geben und wie wieder Vertrauen hergestellt werden kann.

Seine Lieblingsstadt bleibt Paris, aber auch Wien ist eigentlich wie ein zweites (künstlerisches) Zuhause. „Wien hat mir den Weg geebnet, gab mir den Schlüssel“, so Barbero. Seit 2017 lebt er in Deutschland, ohne Paris zu verlassen, wie er sagt. Sein erster Kontakt zur deutschen Sprache war keine Liebe auf den ersten Blick, oder das erste Wort. Sie kam erst 1977 durch ein Seminar über Europa, einen deutschen Brieffreund und vor allem eine Brieffreundin. 2001 lernt er die Deutsch-Französin und Übersetzerin Sylvie Vibet, seine spätere Frau, kennen. „Das kann kein Zufall sein“, sagt Barbero, und: „Es gibt nichts Schöneres als die Liebe, um eine andere Sprache zu lernen.“  

(Daniela Gerlach, Oktober 2021)


www.alainbarbero.com